
La “vida”
(en tanto que conlleva la idea de un inicio y un fin) se inscribe
necesariamente dentro de algún Gran Relato (religioso, político, histórico,
filosófico, cultural, personal, etc), y por ende necesariamente dentro del
sentido. El “vivir”, por el contrario, no remite a un sentido. No es que vivir
tenga un sentido, tampoco que no lo tenga. Está por fuera de la jerarquía del
sentido (Jullien). Pertenece al terreno indomable del momento. “La sabiduría es
el momento” va a decir Zhuangzi, “Desear es estar sin futuro” va a decir Jean
Allouch. Estar sin futuro, es la vacuidad del deseo, en el momento.
Manifestarse capaces, dice Jean Allouch, de vivir sin que “la vida” sea un
obstáculo. Eso no solo es pensable, sino también posible.
“Dios no
habrá muerto de una vez por todas, el camino que con mil precauciones indicaba
Lacan hacia el ateísmo no se habrá recorrido efectivamente sino cuando nos
manifestemos capaces, en el nivel que sea, de vivir sin que la vida se incluya de ninguna manera dentro de un gran Relato (religioso,
político, histórico, filosófico, cultural, personal, etc). Pero no es algo
solamente pensable, sino posible." (Jean Allouch, Prisioneros del Gran Otro)
En 1926
George Sylvester Viereck le realiza una entrevista a Sygmund Freud. Ambos
caminan por los jardines floridos del
anfitrión, conversando sobre algunos tópicos: la vejez, la muerte, la
sexualidad, la vida.
“No me
revelo contra el orden universal. Después de todo he vivido más de setenta
años. Tuve suficiente para comer, gocé de muchas cosas: la camaradería de mi
mujer, mis hijos, las puestas de sol: observé crecer las plantas en primavera.
De vez en cuando disfruté de estrechar una mano amiga. Una vez o dos encontré
un ser humano que casi me comprendió. ¿Qué más puedo pedir?”
En la
puesta de sol de su vida el maestro nos enseña sobre el vivir: las comidas, su
mujer, sus hijos, los ocasos, las flores, los amigos. El entrevistador habló de
su fama, su nombre eternizado, esa muerte segunda que no llegaría tan fácil
para Freud, la supervivencia de su nombre. Freud acarició un arbusto en flor.
“Estoy
mucho más interesado en este capullo –dijo- que en nada de lo que pueda
sucederme después que muera”
La vida
en tanto que se considera a sí misma, se importa a sí misma, se toma en
demasiada estima, ambiciona su legado, extraña su futuro, se eleva en su trascendencia. Nada de eso le
importa ya al viejo Freud, solo “vivir”,
solo ese capullo, ese instante, ese momento en que la belleza despide su aroma difuminado en el aire. El otro, anclado a la vida, fijado, no comprende
¿es usted entonces un pesimista? ¿¡Cómo alguien puede no ocuparse de lo que es,
de su trascendencia!?
“No lo
soy, no permito que ninguna reflexión filosófica estropee mi disfrute de las
cosas simples”
Que la
reflexión no estropee el disfrute de vivir. Que el pensamiento no se interponga
frente al momento. Un capullo, nada que pensar. Vacuidad del deseo. La
sabiduría del momento.
Roy L. Jacob
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