Por Roy L. Jacob

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jueves, 7 de abril de 2016

El psicoanálisis ¿es un ejercicio espiritual? - Jean Allouch



Un título como La hermenéutica del sujeto, ¿no era capaz de zumbarles en el oído a los psicoanalistas, en primer lugar a los lacanianos? A la distancia, actualmente no se puede asumir que ese curso de Michel Foucault, publicado en 2001, haya tenido importancia para ellos. Tal vez se sospechó, si es que se lo leyó, que tenerlo en cuenta implicaría demasiados trastornos dentro de la teoría así como dentro de la práctica psicoanalíticas.
Sea como fuera y más radicalmente, ¿sería posible que las transformaciones a las cuales Foucault invita al psicoanálisis sean precisamente las que le convienen en adelante?
¿Pero qué pasó entonces para que se impusiera ese gesto de redoblar a Lacan por parte de Foucault? Tomemos El poder psiquiátrico, Los anormales y La hermenéutica del sujeto. Salta a la vista al leer esos textos, especialmente el último, que se trata nada menos que de la genealogía del psicoanálisis. Según Foucault, “genealogía quiere decir que realizo el análisis a partir de una cuestión presente”. (“El cuidado de la verdad”, en Obras esenciales, ed. Paidós.) Dicha cuestión es la siguiente: “Cuando actualmente vemos la significación, o más bien la casi total ausencia de significación, que les damos a expresiones sin embargo muy usuales y que no dejan de aparecer en nuestro discurso como: volver en sí, liberarse, ser uno mismo, ser auténtico, etcétera, cuando vemos la ausencia de significación y de pensamiento que hay en cada una de esas expresiones usadas hoy, creo que no hay que estar muy orgullosos de los esfuerzos que hacemos ahora para reconstituir una ética de sí. [...] Dentro del movimiento que ahora nos hace a la vez referirnos incesantemente a esa ética de sí sin darle nunca un contenido, pienso que cabe sospechar algo que sería una imposibilidad de constituir hoy una ética de sí, cuando tal vez sea una tarea urgente, fundamental, políticamente indispensable constituir una ética de sí, si después de todo es cierto que no hay otro punto, primero y último, de resistencia al poder político más que en la relación de sí consigo mismo” (La hermenéutica del sujeto, México, ed. FCE).
Para indicar aquello que vuelve tan indispensable, por el lado de Lacan, recurrir hoy a una genealogía del psicoanálisis, expondré lo siguiente: después de más de un siglo, a fuerza de haberse devanado los sesos en todos los sentidos, el psicoanálisis ha llegado a no saber ya en dónde está, a dónde pertenece ni tampoco qué es. Algo que, aun teniendo efectos positivos, particularmente efectos críticos, sin embargo tiene consecuencias molestas en varios planos. Quizá no tanto en la práctica misma (práctica que de alguna manera es sostenida por el dispositivo freudiano, aunque haga falta examinarla más en detalle, pues a veces se descubre que ese dispositivo se coloca del lado del discurso del amo), sino más bien, por una parte, en lo que podemos llamar la posición del psicoanálisis dentro de la episteme y, por otra parte, en la manera en que el psicoanálisis tiene que presentarse en lo social a fin de poder subsistir, aunque fuera al modo de un parásito. ¿Cómo elegiría una política de la cual apropiarse, si ya no sabe ni quién es ni lo que es?
No tomaré más que un solo indicio de la actual desorientación: el combate que se llevó a cabo en Francia contra la evaluación y las terapias comportamentales cortas. ¿Cómo se reaccionó políticamente a nivel institucional? Conformando una especie de frente “psi” y devolviéndole consistencia al mismo tiempo al humanismo, que vuelve tan trascendente al sujeto que por principio debería escapar de toda evaluación. Se cae además en plena contradicción, porque quienes vociferaron con razón en contra de la evaluación no se privan, como atestiguan sus escritos, de evaluar con toda la fuerza, en particular usando el diagnóstico larga manu. Ese sujeto que escaparía de toda evaluación, el sujeto “humanista”, no es el de Lacan.
Por cierto, el recurso a ese sujeto pretende ser un arma contra la desastrosa y poderosa tentativa actual de reabsorción del sujeto en el individuo. El individuo, el indiviso, es el sujeto estadístico, vale decir, disuelto dentro de la estadística (la estadística supone que el mismo individuo responde a la pregunta 3 y a la pregunta 12 del formulario que hay que llenar, a cada una y a todas las preguntas; eliminen esa suposición, y ya no es posible ningún cálculo). ¿Pero acaso se advirtió en ese combate justo que así se estaba reviviendo lo que Foucault distinguía en 1973-1974 denominándolo “función psi”?

Extractado de El psicoanálisis ¿es un ejercicio espiritual? Respuesta a Michel Foucault

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