viernes, 17 de mayo de 2013
El juego y lo serio
El Juego y lo serio*
¿Quiénes juegan? Los niños casi siempre, los ludópatas incansablemente, y nosotros casi nunca.
Pero en el niño el juego se configura de una manera particular. No es que para el niño el mundo se resuelva en el juego: el mundo es el juego.
Juegan a que son grandes, pero ser grande es asunto serio.
Es en ese circo tamizado a su gusto donde se dibuja un poder hacer con eso que invade desde la escena parental en forma de real imposible: el sexo.
El juego es ese fantasma vuelto inocuo, vuelto poco serio, vuelto inofensivo, que apantalla al niño contra la otra escena (parental). Paraguas para lo imposible, lo que no cesa de no escribirse.
Esto es serio ¿Qué trae a un niño a análisis? Bueno, pues que aquello que él hace “en juego” sea sancionado por los padres como “en serio”, y así queda el juego caduco, rota la apuesta que instituye al sujeto como dividido, puesto en primer plano el fantasma parental.
“Madurez del varón: significa haber encontrado la seriedad que de niño se tenía al jugar”
* Extracto del texto "La fobia de Pascal". Roy Jacob.
La región líquida
La palabra no es solo un sonido. La palabra
también es una zona líquida donde nadan los olores a naranja de la infancia con
la imagen de una playa y una chica que estudia o dibuja perros con serpientes
en el hocico.
Cada palabra contiene un universo líquido no
solo de imágenes que proliferan como tubérculos, sino de invasiones de sentidos,
peregrinaciones de fragancias e impulsos bestiarios de épocas
antiquísimas.
Reducir la palabra a una imagen acústica hija
de la corteza prefrontal es desconocer que ésta zona líquida no es sin la
palabra.
El árbol que cae no existe si nadie lo oye.
No hay esa zona sin la posibilidad de la
palabra, y no hay palabra sin esa zona. Es
más, me arriesgo, son una.
El
sueño es la región líquida, por eso al despertar se desvanece y termina siendo
un poco forzado en lo que se dice.
Descubro con asombro que el psicoanálisis y el psicodrama son,
también, el arte de ingresar en esa zona líquida que hace al micro mundo de la
palabra, y que se ingresa justamente allí donde la escena no es solo esa que se
dice (imagen acústica) sino una región líquida, a explorar, que compone
aquello que se dice.
Por eso cada trayecto que se realiza dentro de
esa región líquida no es más que un trayecto posible.
Aquellos que temblorosamente elegimos aún sin
saberlo no son más que algunas huellas en la costa. Habrá otras.
Lo inefable no existe sino por fobia a la
invención.
Roy Jacob